viernes, 12 de junio de 2009

No es "borde" todo lo que tiene aristas

Cualquier idea preconcebida sobre las personas no es más que el resultado de nuestra mala costumbre de etiquetar. Parece que, allá donde vayamos, hay personas con una máquina de etiquetado y su batín blanco de supermercado dispuestas a colocar en un estante con su precio a cada persona. Por suerte, no todos viajan con máquina de etiquetado ni todos creen en lo que dice la etiqueta...
Tenía ganas de aquel concierto y me había prometido dejar las críticas en casa y la puñetería encerrada en mi cuarto sin ventanas. Con un vestidito azul, que siempre inspira positivismo, entré en aquel local lleno de humo cuyas secuelas pagó mi garganta durante los 5 días siguientes. “Muérdete la lengua. Aunque te pregunten. Tú puedes. Sonríe, apaga las neuronas que te pidió tu amigo poeta y ladea la cabeza con ese gesto ingenuo que dicen que a veces pones de forma inconsciente”.
Vi las primeras imágenes sobre el escenario y me giré para hacer mi primer comentario. “Murphy, no lo hagas”, me dijo él al oído antes de que pudiese terminar mi primera frase. Me callé, pero él volvió a hablarme: “Como sigas escribiendo esas cosas, me vais a cerrar la revista”, dijo con un tono bromista pero con retazos de sinceridad escondidos.
Quise distraer mi concentración del concierto para no sacar los zarpazos que me estaban rasgando ya la garganta, así que decidí acercarme al área de saludos, que-tales y abrazos nocturnos. Mientras saludaba a los “habituales”, sentí que alguien, que nos escuchaba hablar, me agarraba del brazo.
- “¿Tú eres Murphy?”, me preguntó. “Tenía muchas ganas de conocerte”.
Me giré extrañada y, con gesto serio miré su mano, indicando que no debía estar ahí.
- “Sí. ¿Quién eres?”, pregunté sin cambiar mi gesto serio.
Me nombró un puñado de nombres en común de mi pasado (más y menos acertados) y alguno descolgado de mi presente. Cuando terminó de enumerar nombres “comunes”, rebusqué en los bolsillos dispuesta a sacar mi lata de sarcasmos mientras él seguía hablando y yo permitía que su voz se diluyera por el sonido del concierto.
- “Me dijeron que eras borde al principio, pero que merecía la pena aguantar los envites... que en el fondo no es lo que parece...”
Callé un momento y solté una carcajada. Así de rápido, lo logró. Guardé la cajita de sarcasmos y le tomé del brazo para llevarle a la barra.
- "Mejor guardemos los envites para luego. Te invito a una cerveza por valiente. Pero... guárdame el secreto".

6 comentarios:

Vitalnn dijo...

Me gustan mucho tus textos.

Un saludo.

Ramón de Mielina dijo...

Si en el fondo todos sabemos que tienes tu corazoncito... y es rosita, con algodones blancos y mucha mucha purpurina jajaja, como dice alguien que tú y yo conocemos... qué dulce es Murphy!! :-P

VolVoreta dijo...

"peligroso" etiquetar...no nos damos cuenta de que, con posibles comentarios personales sobre terceros, podemos influir en los demás.
Buena reflexión y buen texto, como siempre.
Te dejo un beso Murphy.

Iribú. dijo...

Hola! Prometí pasarme por aqui... y más vale tarde que nunca! Me gusta mucho lo que he leído! te agrego a favoritos!

Murphy White dijo...

Gracias Vitalnn ;)

Jaja, sí Ramón, ya lo sabes. Como un algodón de azúcar... igualito que tú ;)

Volvoreta... sí, todos llevan en el bolsillo su máquina de etiquetado.

Gracias Iribú (no esperaba menos).

Besos a todos

María Pilar Bernal Maya dijo...

ahí, ahí, capotazo torero
bss corazón
;-)