martes, 7 de julio de 2009

La chica de la fiesta

A la mañana siguiente, casi puedo ver el mismo humo que retratan las películas el día después de una épica batalla. Siempre pasa. Me levanto y trato de no mirar alrededor mientras enderezo mi camino rumbo a la cocina, guiada por la única neurona que despierta conmigo: la que pide café. Así son las mañanas después de una fiesta. A la mañana siguiente, siempre me duele la cabeza. Como te duele cuando se desata la tensión tras un examen. Cuando se empieza a disipar el nubarrón, no puedo evitar hacer balances...

Moviendo la cuchara antes de dar el último sorbo al café, recuerdo el lugar donde estaban todas y cada una de las personas, rememoro algunas conversaciones y me giro para ver el exceso de botellas en la encimera de mi cocina (creo que podría hacer cinco fiestas más con las sobras).

“Esto parece una fiesta de escritores y músicos”, dijo alguien al entrar. Recuerdo las equivocaciones, el primero que se lanzó con mi piano y el último que lo hizo con la guitarra. Las conversaciones en la habitación, los añicos en el sofá, los corrillos improvisados en la única ventana que regalaba aire fresco, los ceniceros improvisados, escuchar tres idiomas en un mismo corrillo, Kiko Veneno, los dos ángeles que se quedaron limpiando y dando el último repaso a la actualidad chisposa de Internet, el regreso de mi pequeño poeta cuando la fiesta había terminado para comer un último bocado y, mientras se cuela en la cocina, le imagino en una administración de lotería apuntando sus golpes de creatividad en el reverso de una quiniela.

Con la tercera coca-cola en el cuerpo y unas enormes gafas de sol que oculten unos ojos cansados, el día después de una fiesta, salgo a la calle con la secreta esperanza de que nadie hable demasiado alto e interrumpa mis recuerdos...

9 comentarios:

L o L i T a dijo...

Yo lo que recuerdo de este tipo de fiestas era el post-fiesta de chandal arremangado y los "buenos" apechugando con lejia y estropajo...la rapidez con la que se llenan bolsas de basura y la perfección q he alcanzado a lo largo de los años haciendo tartas-soborno para que mi vecino de turno no proteste y me siga sonriendo en el garaje.

Pa' la próxima avisa!!!:P

VolVoreta dijo...

Hoy me siento así de "resacosa" y lo jodido es que no he tenido ninguna fiesta.
Leerte me reequilibra las neuronas.

Te dejo un beso Mur.

Murphy White dijo...

Jajaja. Lolita, habría sido buena idea eso de una tarta-soborno. Claro que... para eso tiene que salir buena ;)

Volvoreta, be water y ponte una buena dosis de cafeína. En dos días es viernes. Ánimo!

Besos

Olivia dijo...

Me he imaginado una casa muy amplia para todas esas personas, jeje. Si uno hace de anfitrion es un poco agotador, eh? que me ha pasado y por estar atento a que no falte esto o aquello y si alguien necesitaba algo, al final ni tines un rato para charlar tranquilamente, ni sentarte. Música en un piso pequeño, como que no muy alta, pero bebida que no falte!

Besillos.

María Pilar Bernal Maya dijo...

Pues tal y como lo cuentas me recordaba a una de esas pelis de los años 60 con diálogos y modelitos dignos de rememorar y música de orquesta de fondo, of course.
Bss guapa -y yo también me apunto a la próxima con lolita, jajajaa-
;-)

Anónimo dijo...

estas fiesta ya me parecen de un agobio tremendo..

Anónimo dijo...

La recaca es el precio de una buena fiesta, pero merece la pena no? :-p

Rockdriguez dijo...

jajajaja esas fiestas hacen historias !! y mas si se terminan con desfases !


un saludo resacosa !

Murphy White dijo...

Olivia, diste en el clavo ;)

Tupersonalshopper, ya me habría gustado lucir uno de esos modelitos, la verdad... Faltó la orquesta!

Jordim... Esas cosas... siempre van en gustos.

C.C. Casi todo, al final, merece la pena.

Rockdriguez, como dices, esas fiestas no hacen historia, sino historias ;)

Besos a todos