miércoles, 20 de mayo de 2009

Pinos, silencio e historias

Surgió como surgen los mejores viajes. De pronto. En esta ocasión, surgió después de una suculenta comida, un chistoso café y un puñado de chascarrillos. Tenía ganas de conocer aquel diminuto pueblo del que había escuchado tantas buenas historias por lo que, ya que los días de mi semana no respetan orden alguno, no era mala idea hacer un viaje ultrasónico de miércoles. Bastó un “me gustaría conocerlo” para emprender el camino.
Era mejor de lo que había imaginado. Olor a pino y a espliego. Silencio y tres calles torpemente alineadas que habían vivido fiestas, riñas vecinales, primeros tonteos adolescentes y muchas visitas amistosas. En invierno, sólo habitan el pueblo tres ancianos que, cansados de verse las caras, salen a pasear separados. Aquel día, sólo nos cruzamos con uno de ellos que, sin levantar la vista del suelo, alzó la garrota a nuestro paso para saludarnos. En los pueblos de Guadalajara se hace eso: se saluda a todo el que llega como si de un viejo amigo se tratase. No importa si es conocido o no.
Nunca he sabido bien por qué, pero en muchos pueblos, y este era uno de ellos, hay dos lugares de visita obligada: el depósito del agua y el pilón. Así que, tras improvisar una “pachanguita” en una vieja cancha de baloncesto con un desgastado balón de fútbol olvidado, decidimos recorrer las insignias de la aldea.
Recuerdo que hacía calor, pero el aire nos golpeaba suavemente la cara tumbados en la azotea del depósito de agua, con cientos de pinos copando todos los lugares que alcanzaban a ver nuestros ojos. Sólo una estrecha carretera (apenas visitada por uno o dos coches cada día) podía partir ese paisaje verde que con la caída del sol iba ganando matices.
Casi presidiendo el otro extremo del pueblo, se erigía una frágil torreta amarilla de control de incendios. Había que hacer el saludo pertinente a esos cuatro hierros que tantas historias habían contemplado silenciosos. Mientras subíamos a la torreta por esa diminuta escalera metálica, escuchaba más historias de quienes habían pasado por ella. Aquella chica que no cabía por el aro metálico que rodeaba los peldaños, aquel adolescente que se durmió un día de borrachera o el habitante exhibicionista de la caseta de al lado. Arriba, más pinos. Y silencio.
Como en los mejores viajes de miércoles, siempre hay un espacio reservado para una ruta de cañas en otros pueblos, con sus otras historias. Las borracheras de aquel soltero incontrolado, los veraneos en la zona del guitarrista de ese dúo superventas o el encierro en el baño de aquella amiga de tu amigo... Y cae la noche en ese pueblo de historias, pinos y 12 casas. Espero volver pronto.

9 comentarios:

VolVoreta dijo...

Los miércoles es un buen día para hacer una escapada. Las aldeas con sus historias y sus rincones me chiflan.
En un rincón de la memoria tengo a La Alcarria...las abejas revoloteando sobre el espligo, entre los pinos...
Cualquier día es bueno para una escapada, cambiar de dirección, cambiar de horizonte, cambiar de aire...
Gracias por ésta escapada.

Te dejo un beso Murphy.

Olivia dijo...

Volverás...seguro. Bonita forma de pasar un miercoles cualquiera, :-).

Besos

supersalvajuan dijo...

¿Y los bares? No había bares en ese pueblo.

Vitalnn dijo...

Ufff, me has hecho coger aire en una loca semana.

Muchas gracias por llevarme a ese precioso sitio.

Murphy White dijo...

Volvoreta... La Alcarria tiene muchos rincones, como bien dices. Uno de ellos, ese pueblo diminuto ;)

Gracias Olivia, eso espero.

Supersalvajuan... no, no había. Hay un pequeño local donde tienen bebida y todos los habitantes tienen la llave. Cada uno que entra y consume deja el dinero en un bote.

Vitalnn... Me alegra haberte enviado aire puro de La Alcarria para el resto de la semana.

Besos

Ramón de Mielina dijo...

Al leer el título pensé en algo más escatológico... jajajjajaaj
por ciertooo sí, estuve en Madrid pero fue un finde muy muy familiar...

Anónimo dijo...

Me encanta como lo describes, yo también quiero un miércoles así y mira que los pueblos de Guadalajara me pillan cerca..Un beso!

Kerrigan dijo...

Has de volver en otoño a pasear por el bosque, pisar sobre hojas secas, encontrar setas, resbalar con el musgo...
¿Qué clase de magia envolverá a ese pueblo que ningún visitante olvida?

Murphy White dijo...

Ramón... siempre pensando "raro"... Ya me dirás cuándo es tu próximo viaje!

Gracias C.C., hazme caso y haz una escapada espontánea. Son las que mejor sabor dejan.

Kerrigan, seguro (espero) que volveré a hacer todo lo que dices (incluso resbalarme, que es mi especialidad). Todo lleva su tiempo. Si lo conoces, como parece que lo conoces, eres un aforunad@. Bienvenido por aquí.

Un beso a todos