miércoles, 4 de marzo de 2009

Juez s(y)n parte

Tenía que pasar. Con lo fácil que me había resultado siempre criticar... Esta vez era distinto porque, esta vez tocó que la crítica formase parte de un pequeño empujoncito para un músico o un grupo musical. Como diría el buen Fito, quizá fue “como venganza de la buena suerte o recompensa de la mala vida”. Por los motivos que fueran, me tocó.
Fue todo precipitado. “Necesitamos un miembro más del jurado y creo que eres la persona idónea”. “¿En un festival de música? –pregunté a un organizador extrañamente convencido-. No sé, ¿quiénes forman el resto del jurado? ¿Y estáis seguros de que yo soy necesaria? Está bien, puede ser divertido. Además, la preselección –de más de 100 grupos- ya estaba hecha, y era sólo la final”... Ahí comenzó todo.
Me levanto con las neuronas preparadas. El festival es por la tarde noche, así que aprovecho la mañana para escuchar los temas enmaquetados y no dejarlo todo en manos de un técnico de sonido (aunque claro, esas maquetas y/o discos tenían la manipulación a veces excesiva de la técnica). Inmediatamente, detecto una copia de Weezer, otra de Amparanoia, otra de Pignoise+Modestia Aparte+ECDL +otros-grupos-clon que harían las delicias de 40PP. No me decepciono, aún faltan los directos. Puede que tengan algo más dentro, porque, al fin y al cabo, esto no era un operación triunfo, factor x ni ninguna fantochada parecida (de hecho, al menos afinaban).
Al llegar, me sitúan con mis compañeros del jurado ante la desconfiada mirada del público y me colocan ese odioso cartelito de “jurado”. Abre el festival el ganador del año anterior. Me pregunto si habría jurado en esa edición o si es que ese grupo sólo compitió contra sí mismo. Y me sigo preguntando si esa noche también estaban contra alguien... “Ay, Murphy –me digo a mí misma-, no empieces que te conozco”. Intento que mi cerebro deje de meter caña porque queda mucha noche. Me siento, me entregan la tablita en la que debo puntuar los distintos aspectos de cada grupo.
Aparecen los primeros, con una especie de go-go recién salidita de una discoteca de carretera y nacen en mí los primeros deseos de pedirme una cerveza (la noche promete ser, cuanto menos, rara). “¡Vaya, ahora un grupo de rock! Al menos algo para sonreír”. Error. No siempre A=B. A la tercera va la vencida y aparece un grupo con mayor proyección. Comienzan las dudas. “¿Qué valoro? ¿Calidad? Sí, claro, pero... si sólo valoro la calidad técnica, puede que gane un grupo que no se comerá un colín (o quizá es lo único que comerá). Si valoro la comercialidad, el grupo no valdrá un pimiento pero tiene garantizado acudir a los próximos premios 40Principales”.
No paro de añadir factores a mi decisión, así que decido tomar notas en borrador y no pensar en comercialidades. Miro al jurado de mi izquierda, que me sonríe y me anima a ser “benévola con ese pop-rock amable”. ¡¡Ha dicho Pop-rock amable!! ¿Qué significa pop rock amable?¿Que te piden permiso antes de cantar una canción y disculpas si se equivocan?... Es el momento de acercarme a la barra y preguntarme si, aprovechando que el jurado tiene todo gratis, ya debería pedirme un copazo. Mejor no, o mi sarcasmo me llevaría a rebosar el apartado de “observaciones”. Vuelvo a mi asiento.
Llegamos al ecuador del festival y tres grupos apuntan cosas buenas, otros tantos son grupos-clon y alguno intenta, sin éxito, rizar el rizo (pero se queda enredado entre tanto bucle).
Vuelvo a la barra. ¡Una coca-cola light! (aún sin aliño). Alguien se me acerca muy despacio por la derecha. “¿Se puede comprar al jurado”, me pregunta casi susurrando y guiñando un ojo. Pienso bien la respuesta antes de contestar lo que se me está pasando por la cabeza. “Creo que no... pero ha sido un buen intento” (¡maldita ética profesional!). Antes de irme le pregunto si es de algún grupo (intuyendo, por su forma de hablar, que la respuesta sería negativa). “No, soy manager”... Y en menos de tres segundos, desliza su tarjeta por mi bolsillo (“vaya, eso son manos rápidas”, pensé). A riesgo de cualquier mala interpretación, me quedo charlando en la barra y descubrimos, en cuestión de tres minutos, cuatro personas y dos lugares en común. Me despido y vuelvo aún con más ganas de escuchar sus apuestas (silenciando que también eran las mías).
Apenas suena el último acorde del último grupo cuando un miembro de la organización se abalanza hacia mis veredictos y se los lleva. Alea Iacta est. Por fin me relajo hasta que otro organizador me pregunta al oído a quién he dado por ganador... ¡Por los clavos de Cristo! ¡¡¡¡He hecho tantos cálculos, tantas puntuaciones, que no sé a quién he dado más votos!!!! Me encojo tímidamente de hombros ante su extraña mirada y, ahora sí, me tomo una copa mientras sutilmente busco con la mirada por encima del vaso al más rápido deslizador de tarjetas.
A los 15 minutos llega un miembro de la organización y me lo cuenta: “Ha ganado xxxx, segundo xxxx y tercero xxxx”. ¿Eso es bueno o malo? Casi más nerviosa que el grupo ganador, trato de localizarles para fijarme bien en sus caras cuando el presentador anuncie que han ganado mientras, por si acaso, me quito el cartelito que me identifica como “juez”.
Gritos, algún salto y un grupo que en unos meses sacará un disco. Me alegro, aunque con una sensación agridulce: ¿quién era yo para decidir que debían ser ellos y no otros? Antes de irme, no puedo evitar acercarme a otro grupo. Habían estado sentados delante de mí medio festival. Venían de muy lejos, lo hicieron bastante bien y era impagable la cara de ilusión que no lograban quitarse de encima. Ni si quiera cuando supieron que ellos no estaban entre los ganadores. Les toco en la espalda: “lo siento, lo hicisteis muy bien”. No puedo evitar que se me escape algo más: “erais una de mis apuestas, pero no ha podido ser”. Quizá no debí hacerlo pero esos chicos tenían talento y pensé que, como todos, también les vendría bien que alguien les diese una palmadita en la espalda. Una palmadita de esas que te animan a seguir para adelante porque alguien al otro lado cree que vales.
No me volví acercar al ganador, ni a ningún miembro de la organización que me dijera que ganaron por o sin mis votos. No quería escuchar ningún 'gracias' innecesario. Quizá me sentí injusta por haber tenido que repartir “justicia”. Paradójico, ¿no?
Espero que el grupo ganador llegue alto. Espero que todos lleguen, al menos, a no perder la ilusión que tuvieron aquel día, en aquel festival. Aquel festival en el que aprendí que todo en la vida sucede porque hay alguien votando por ti.

9 comentarios:

VolVoreta dijo...

Difícil tarea, querida, sobre todo si uno se lo toma en serio (que así debería de ser siempre). No sé por qué no creo en los jurados de los concursos...sí sé por qué no creo en los jueces y en su justicia.

Te dejo un besote y una copa (elige...Ron, Brandy, Whisky...!)

María Pilar Bernal Maya dijo...

Cuanta razón tienes. Y así en todas partes, en todos los trabajos, en los castings... la casualidad, la suerte, yo que sé, el destino...
Qué injusto a veces pero así es como funciona este mundo.
Por cierto. Hazte ya las maletas y vente pa Sevilla que la primavera está en puertas.
Bss
;-)

Anónimo dijo...

Difícil tarea la de los jurados... Seguro que elegiste bien.
Ra.

ALMAGRISS dijo...

Joder, me ha gustado tu historia metafórica-real... (aparte de que me has hecho reír, jeje) Sí, siempre hay alguien votando por uno... y ahora un poco de filosofía barata: no importa lo que los demás piensen de tí, lo importante es lo que tú mismo pienses de tí y blablabla... Ay qué harta estoy de los jurados... (y creo que la mayor parte de ellos no tienen la ética que tu has demostrado tener, jeje)
Besazo

Pd. Por cierto, ¿era pasable el grupo? La verdad es que musicalmente hablando me quedé anclada en los 80.

Vitalnn dijo...

Me ha encantado tu entrada. Deja de ver mucho de tí y hace que me caigas muy bién.

Manos rápidas??? uffffff, jajajaja

Voy a por un JB/Limón, te voy pidiendo algo??

Buen fin de semana.

Anónimo dijo...

No he podido evitar pensar, en el efecto mariposa después de leerte. Después de comer me pongo muy profundo...será que no me llega bien la sangre a la cabeza...
Tomar una decisión es difícil, pero más duro es no tomarla o que la tomen por tí.

Un besoo

Murphy White dijo...

Volvoreta y Personalshopper...Sí, a veces es cuestión del destino y sí, a veces es difícil creer en que uno por ganar un concurso vale algo. Normalmente es injusto, aunque en estos casos lo de la justicia es subjetivo.

Almagriss, En este caso, sí era pasable el grupo ganador.

Vitalnn... al final me emborracháis! ;)

C.C.:¿Efecto mariposa? No lo había pensado... pero es cierto. Y creo que sí, que es muy habitual que uno no siempre tenga en su mano decidir sino que las decisiones le vengan impuestas (eso de que la vida se escribe... a veces, más bien se lee)

Besos

Ramón de Mielina dijo...

y por qué no preguntaste cuál era el precio por dejarte compra¿¿¿¿¿ lo mismo salías ganando... :-) ética??? desde cuando los periodistas la tenemos???? anda Murphy, a otro perro con ese huesooooo :-) jejejejeje
por cierto, sí, sigo vivo... estuve en Madrid, pasaste de la cita, hiciste otros planes, ay murphy murphyyyyy :-P te espero en barna city!! :-)

Murphy White dijo...

Sorry, Ramón, ¿dije ética? Quería decir estética.
Fue una cadena de errores lo de ese finde...