¿Quién dijo que el deporte era algo asequible, sencillo y saludable? Mi regreso a este peculiar mundo, después de 18 años, me ha recordado por qué preferí erigirme “teórica del deporte”. Entre otras cosas, porque no se puede practicar deporte tomándose unas cañas y unas tapas simultáneamente.
¿Quién dijo que es ponerse a jugar y punto? El proceso para reincorporarte al mundo del deporte está lleno de trabas. Nadie te lo advierte, pero existen.
Fase 1: la equipación
Bien, si una quiere jugar al baloncesto, debe ir debidamente ataviada. El chándal tiene unas premisas diferentes cuando se trata de baloncesto. Vamos, que cuanto más chándal y más feo, mejor. Te resistes, miras y remiras con ayuda de ese buen amigo que después de 45 minutos en Decathlon empieza a recordar por qué prefería no acompañar a sus amigas de compras. “¿Es que no hay un pantalón bonito?” “No, Murphy, elige uno cualquiera, negro o azul marino y ya está”. “¿Pero por qué ese es de baloncesto y este no? ¿Y si buscamos uno de esos ‘molones’ con botones a los lados para quitármelos de un tirón en plan Globetrotters?”. Vale, pantalones largos de chándal comprados, aunque a mi estilo, ante la impaciencia y la cara de estupefacción de tu misericordioso amigo.
Pero el punto 2 son las zapatillas. ¿Creíais que no hay modas? ¡Un carajo! El paradigma de la moda deportiva en calzado está en el baloncesto. Y, por lo visto, según los gustos de tu otro amigo (el del pantalón desertó y tuviste que recurrir a otro), cuanto más estrambóticas, mejor!. “No, Murphy, esas son sosas, vives anclada en los 80. Las zapatillas que ahora se llevan son esas negras y plateadas con líneas fosforitas que te hacen parecer Robocop”. “Madre mía, si me compro esas zapatillas, además de hacer ejercicio sólo con llevarlas en mis pies y levantarlas a cada paso, debería ser capaz de machacar y hacer ‘alley hoops’ a chorrón!”. Está bien, cedes, apartas esas blanquitas y decides innovar, aunque sin excentricidades (total, chupar banquillo con botas molonas puede rozar al absurdo).
Fase 2: primeros entrenamientos
Cuando una se reincorpora pasados los años, se enfrenta al hecho de que, aunque por una no pasen los años (ejem), por el deporte sí. Una que sólo entendía de “yo soy base
o yo soy pivot”, empieza a escuchar cosas como… “¿Tú en qué posición juegas?” “Yo soy 2 ó 3”… Otras dicen “Yo normalmente juego de 4, pero si hay otras más altas, puedo ser 3”. Tú, tragas saliva y te muerdes la lengua para no decir… “Mi número favorito es el 3, pero eso no importa, ¿no?”. No, prefieres escurrir el bulto y llamar a tu amigo el que te acompañó a por las zapatillas y pedirle un curso rápido de reciclaje teórico del baloncesto. “Sí, el próximo día lo diré: soy 2 ó 3”.
Ahí no acaba el sufrimiento… Empieza el entrenamiento:
Entradas por la derecha…(ok)
Entradas por la izquierda… (¿Quién mueve el aro cuando entras por la izquierda?)
Tiros libres… (¿Por qué no te dejan saltar al tirar? ¡Ah, sí! porque eres de las pocas personas que saltan hacia adelante y no hacia arriba… Deberían entender que tu estilo de juego parte de una base teórica que desarrollarás con el tiempo: “Saltas hacia adelante estirando la pierna izquierda hacia atrás, dibujando una línea imaginaria perfecta desde la punta de tu pie hasta el aro”. ¿Por qué se meterán con tu tiro? Siempre has escuchado por ahí que lo importante es meterla, ¿no?)
Y llega el inevitable momento de la pachanguita:
- “¿Y si pitan 1+1 en los tiros libres?” – “No, Murphy, eso ya no existe”.
- “Entrenador, eso es lucha. Pffff, saltar con esta…” - “No, Murphy, ya no se salta en la lucha”…
- “¡Oye, no defiendo dentro de la zona para que no me piten 3 segundos en zona!” - “No, Murphy, ¿es que juegas con reglas NBA? Aquí sólo se puede pitar zona en ataque”.
Fase 3: el partido
Superados los dos primeros entrenamientos… llega el momento crucial: el partido. Es el día, aunque tú rezas porque (A) seáis suficientes para que te toque jugar pocos minutos, (B) que alguien haya llegado a casa la noche anterior antes de las 5 de la mañana y pueda correr por las demás y (C) que con un poco de deporte se te pase la resaca. (A) se cumplió, pero (B) no se cumple y (C) tampoco. Bueno, menos es nada.
Te reúnes con tu equipo que, motivadas por (B) y (C), decide no calentar. El otro equipo, disfrazado de superprofesionalidad, empieza a calentar y… ¡empieza el circo! Sí, señores, tú que creías que para esto no había que actuar… Sí. Cintas en la cabeza, coderas, modelis fashionistas… Miras al equipo contrario y observas que, para muchas, comienza la representación. Hay papeles para todas: la quejicosa, la marimacho, la sabelotodo, la capitana que más bien se cree generala…
A falta de saber cuál es tu papel, te sientas y esperas tu momento ya ataviada con el color butano con el que te ha tocado jugar (bueno, al menos el naranja se lleva este otoño). Tres minutos de partido y, siguiendo la filosofía de todo equipo de estas edades, la mitad del cinco titular está asfixiado, así que, a los cinco minutos de partido llega tu entrada en escena.
Repasas mentalmente todo ese rollo que tu amigo te contó sobre tus movimientos. Murphy, recuerda, en ataque sólo puedes pasar, bloquear o cortar. Y en defensa en zona, muévete en esos cuatro sentidos y ya… Vale, todo claro. Ves el balón, puedes cortarlo y… ¡zas! ¡Eso es un estreno!: En menos de 30 segundos estás rodando por el suelo haciendo la croqueta y con medio brazo y toda la rodilla marcada (yuju! Tus amigos van a creer que practico deporte!). Aun magullada, te enorgulleces pensando… (así nadie pensará que no lo doy todo por el equipo!). Pasan los minutos y tu único papel es robar balones y comenzar a hiperventilar y, por fin, se acaba el primer cuarto.
Fase 4: postpartido
Por fin llega tu fuerte. El postpartido. El aperitivo en una terracita… Confías en que los partidos sean siempre a esa
hora, que el aperitivo a esa hora sienta estupendamente bien. Recuperas en unos minutos todas las calorías que has perdido, pero te sientes bien.
Está claro. El deporte no es tan sano como dicen y, además, tu ‘mens’ ya estaba sana antes de tratar de sanear su ‘corpore’ (que más que sano, de momento, está magullado y dolorido). Sin embargo, algo tiene el deporte que, aunque insano, engancha, así que decides seguir haciendo la croqueta y participando en ese pequeño circo de la cancha.