jueves, 23 de junio de 2011

Otra noche de San Juan... y las arrugas

Hace dos años nos reunimos en la noche de San Juan, y yo –seguidora fiel de cualquier majadería que provoque sonrisas- amagué con quemar malos recuerdos en una diminuta servilleta de papel que tomé prestada en un bar. En un pequeño ejercicio de lucidez (de vez en cuando vienen bien) me arrepentí y opté por tirar a la basura ese pequeño listado y almacenar los malos recuerdos en el rincón del inconsciente llamado “No Repetir”, de manera que pudieran ser útiles en el futuro.

Anoche, en torno a tres tintos de verano, volvimos a recordar aquel intento fallido, nos reafirmamos en los sinsentidos de la queja fácil y huimos de nuevo de los intentos inútiles de borrar historias pasadas. Este año, ninguno teníamos intención de quemar nada, y las servilletas del bar sólo las empleamos para hacer planes de futuro (algunos no podemos evitar emplear las servilletas para escribir...). Sin embargo, unas horas antes de nuestro encuentro, alguien intentaba demostrar que sí había cosas que borrar: las arrugas.

Eran las ocho de la tarde cuando una dependienta charlatana trataba de endosarme una crema facial, insinuando el peligro de que el rastro de los años se instale en la cara en forma de arrugas. ¡Vaya! – pensé por un momento. ¿Así que... sí hay cosas que borrar? Me miré en el espejo al llegar a casa y analicé algunas pequeñas arruguitas que habían decidido asomarse tímidamente. Las pequeñas líneas que acompañaban los laterales del ojo me recordaban cada una de las carcajadas que he lanzado al aire y las risas amables que he regalado a quien me hacía pasar buenos ratos. Las de la frente tenían dibujadas a las personas por las que me he preocupado y las de quienes me han hecho enfadar. Las mejillas insinuaban cada esfuerzo extra y cada pelea por algún reto... En definitiva – nos decíamos horas después en la tertulia del miércoles- las arrugas sólo eran el rastro de las experiencias y no de los años. Tras el brindis final, un año más, me dirigía a la noche de San Juan con la servilleta en blanco, dispuesta a contemplar el fuego sin esperar que nada desaparezca...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta....
Como me gusta compartir esos tintos contigo.
Un beso enorme