Dicen que somos animales de costumbres y, en algún momento, como tales, todos hemos guardado el periódico del día anterior, aunque sólo sea durante un ratito, un día, una semana o varios meses... Guardamos ese periódico que fue importante porque, en su portada, figuraba una victoria a todo color... o un sonado fracaso. O quizá la despedida de alguien ilustre. A veces, lo guardamos porque incluye la crónica detallada de una era que se resume cada 31 de diciembre, cada mes de septiembre o cada borrón y cuenta nueva. Pero todos, hasta los practicantes de desapegos emocionales, en alguna ocasión, han sucumbido y han escondido bajo la mesa el periódico del día anterior.
Yo tuve mi periódico de ayer. Guardado. Más bien, expuesto a todo el que pasaba por delante y, sin permiso, se lanzaba a leerlo ávido de novedades... hasta que leía la fecha. Un buen día, lo dejé olvidado en esa intemperie que muchos criticaban (recuerden que algunos prefieren esconderlos). Y empezó a llover torrencialmente. Al principio eran pequeñas gotas hasta que el cielo comenzó a descargar con fuerza. Primero vi correrse la tinta y derramarse por el suelo hasta que quedó todo emborronado, de manera que me empezaba a ser difícil leer y recordar esa preciosa portada o ese contenido por el cual lo guardé. Aunque los meteorólogos anunciaban sol, una vez más, se equivocaron. El cielo siguió descargando cada vez con más intensidad. El papel comenzó a calarse sin piedad hasta que, una mañana, cuando me levanté, ese puñado de hojas empapadas que era mi periódico había empezado a deshacerse. Esa noche, ya no quedaba ni una esquinita que recordase que allí había depositado un periódico con una historia, una gran portada a todo color, un adiós o la crónica de una época.
Me pregunto cuántos periódicos del día anterior tienen guardados aquellos que se vanaglorian de su desapego. Me pregunto cuántos los habrán tirado sin contemplaciones y cuántos acostumbran a leerlos compulsivamente por si, de tanto hacerlo, la historia pudiese ser cambiada. Me pregunto cuántos diarios habrá destruido la lluvia hasta hacerlos desaparecer y borrar así de la memoria aquella noticia, aquel reportaje o aquella historia por la que un día pensaste que merecía la pena guardar tu periódico del día anterior...