Se ha roto mi microondas. Fue de pronto. Se rompió como se rompen muchas cosas: sin hacer ruido. Por culpa de la crisis, no puedo comprar uno nuevo en esa sección de “pequeño electrodoméstico” (Por cierto, no sé quién diablos lo llamó “pequeño electrodoméstico”: ¡Será pequeño para su cocina!). Fue una pena haber perdido hace tiempo un microondas que me regalaron. (Sí, amigos, se puede ser tan insensato como para perder un microondas…).
Me gusta el café caliente. Me gusta rodear con las manos una taza calentita de café con leche y, antes de bebérmelo, calentar un rato mis manos siempre frías. Por culpa de mi microondas roto, he tenido que rescatar del fondo de un armario un pequeño cazo en el que ahora tengo que calentar la leche a diario. Y acostumbrarme al “demasiado frío” o “demasiado caliente”.
No suelo dormir mucho porque, en mi agenda, con la “d” sólo existen palabras como "dirigir", "divertirse", "doblar", "divagar", "descubrir", "digitar, "decir"...etc. (todo, excepto “dormir”) pero, por culpa de mi microondas roto, ahora duermo aún menos. La culpa la tienen esos minutos que tardo en calentar la leche y estar pendiente de no quemar otro cazo en esa vieja cocina de gas (a veces olvido que no suena un “ding” cuando está caliente).
Por si esto fuera poco, el microondas era una tabla de salvación para disimular mis escasas dotes culinarias. Por culpa de mi microondas roto, se ha desequilibrado mi dieta. Una mañana me presenté a esos cuatro amenazantes fogones que parecían querer vengarse por las veces que he pasado junto a ellos mientras abría con desdén la puertecita del microondas: “Buenos días cocina –le dije con mi mejor sonrisa- creo que no nos habían presentado. Soy Murphy y prometo portarme bien… si me echas una manita”. Creo que ella no está dispuesta a poner de su parte…
Me paso el día corriendo de un lado a otro anotando ideas que encajan en cada uno de los proyectos que tengo en marcha. Por culpa del sueño y de mi dieta desequilibrada (provocados por mi microondas roto), la creatividad juega conmigo al escondite y no tengo reflejos para perseguirla. Para colmo, mi agenda se ha sublevado después de haberse visto abandonada sobre una máquina de tabaco, en casa de un amigo y en un estudio de grabación.
Debido al jugueteo de mi creatividad y a mis lapsus periódicos, tengo a cuatro personas esperando que les entregue la base para empezar a trabajar en uno de mis proyectos más ambiciosos… Lo más terrible, es que ellos no entienden que la culpa de todo la tiene un microondas roto. No entienden que muchas veces, cuando algo se rompe, se desencadenan una serie de catastróficas circunstancias.