Los hay adictos a las “inversiones de poco riesgo”. Aquellos que, por miedo a perder lo poco que tienen, pasan los días viendo pasar grandes ocasiones, inversores forrándose o arruinándose a su lado. Esos que ven pasar torbellinos de emociones en los demás, pero que se agarran a unas acciones que no le permitirán la gran alegría, pero tampoco la gran decepción.
Uno de los personajes redondos que me rodean, siempre dice que hay que ser un jugador arriesgado, de los que juegan a cartas descubiertas, los que lo apuestan todo aun con el riesgo de perder. “Siempre se puede empezar de nuevo cuando la campana vuelva a sonar en Wall Street”, dice cada vez que brinda con esos tercios de Mahou que tanto le gustan.
¿Y qué ocurre cuando algunos juegan con información privilegiada? ¿Es posible invertir en sectores que ya quebraron? ¿Cómo sabe uno que es el momento de dejar de invertir en una empresa que hace tiempo que dejó de dar beneficios? “En ese caso –dice otro personaje redondo- uno se retira con la tranquilidad de saber que nunca volverá a producirse una crisis del 29”.
Mientras no exista manual de instrucciones que nos salvaguarde de los errores, advirtiéndonos sobre aquellos sectores en los que no invertir, parecemos abocados a seguir confiando en nuestra intuición y en los que, al día siguiente, nos animan a seguir invirtiendo.