jueves, 7 de enero de 2010

Baltasar o el nuevo Cuento de Navidad

La noche de reyes, los niños buenos cenan pronto y se van a dormir, apretando fuerte los ojos para que ningún hombrecillo mágico les descubra despiertos. La noche de reyes, los niños malos salen de casa esperando abrir bien los ojos para no perderse ningún detalle y, si se encuentran con un Rey Mago, le dicen las verdades a la cara. Dicen que las niñas y los niños malos aprovechan la noche de Reyes para regresar a aquel bar donde las noches se fundían con los días de una manera extraña...

Dicen que allí, dentro de aquel bar, aparecieron los Reyes Magos. Colocados en círculo, sacaron de su capa una botella de Cacique con la que, a hurtadillas, rellenaba las copas de sus compañeros... ¿Dónde habían quedado los licores de oriente, el aguardiente y los manjares mágicos? Aunque la magia sí la traían puesta... Por eso, cuando los Reyes Magos visitan un bar de madrugada se convierten en el blanco de niñas malas que ansían todos los deseos que llevan tiempo sin atreverse a pedir. Como si fueran estrellas del pop, los flashes se multiplican a su alrededor y sus coronas brillan como nunca lo han hecho. “¡No siempre una puede ver a Sus Majestades dentro de un bar!”, resuenan sus justificaciones.

Tú, que nunca te habías sentido vinculada a las estrellas del pop, sólo cerraste los ojos para que los flashes no dañasen tus ojos, cansados de tanta luz cegadora. Al darte la vuelta, alguien te tomó del brazo. Era el bueno de Melchor, que te ofreció la corona...

Sin darte cuenta, pasaron por tu cabeza, una tras otra, las tres coronas. La más fácil fue la de Melchor. Siempre ha sido el más facilón, y el más popular. Fue el primero en regalártela, a cambio de muy poco. Ruegos y sugerencias. Sólo tuviste que elegir la barba blanca o la negra que asomaba debajo. Gaspar se hizo de rogar –siempre ha sido un rey algo insulso, para ti- aunque, al final, esa corona también fue tuya. El más gentil, bajo aquel turbante dorado y con esa mirada ingenua, fue Baltasar.

Saliste de aquel bar con Baltasar del brazo y, camino de casa, pasasteis junto a ese barrendero asombrado que miraba nervioso el reloj. Ahí estabas tú, paseando orgullosa del brazo de Baltasar. Os reísteis al pasar frente a aquel edificio que en su día era una antigua multinacional del sector discográfico y que hoy sólo son restos de frías oficinas. A Baltasar le hace gracia eso de la música y los sellos, porque dice que él entiende de estrellas y que allí dentro no había estrellas que seguir. La noche se hacía cada vez más fría, así que cruzasteis el pequeño callejón cuando...

Lo que sucedió después sólo lo saben los que creen en los cuentos... de Navidad. Porque en los nuevos cuentos de Navidad, uno no debe dormir en la noche de Reyes. Los mitos están para ser rotos...